Sambalat, TobÃas, los árabes, los amonitas y los vecinos de Azoto vieron que la reparación de la muralla adelantaba y que los hoyos empezaban a taparse. Se enojaron mucho,
Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos avisados, Dios quiso que se desbarataran sus planes, y todos volvimos a la muralla, cada cual a su trabajo.
Pero desde ese dÃa, sólo la mitad de mis hombres tomaba parte en el trabajo; la otra mitad, con arcos, lanzas, escudos y corazas, estaba detrás de los nuestros.
Los cargadores cargaban con una mano, teniendo un arma en la otra,
y los constructores llevaban una espada colgada a la cintura. HabÃa un corneta junto a mÃ, para tocar el cuerno.
Les dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «Los trabajos tienen mucha extensión y nosotros estamos repartidos a lo largo de la muralla, lejos uno de otro,
asà que ustedes acudirán a donde escuchen el sonido del cuerno y nuestro Dios peleará por nosotros.»
Asà ordenamos el trabajo desde el comienzo de la mañana hasta que salÃan las estrellas, la mitad de nosotros con el arma en la mano.