Muchos de los sacerdotes, levitas y de los más ancianos jefes de familia que habÃan conocido la casa primera, lloraban con grandes gemidos, mientras se ponÃan los cimientos. Pero otros lanzaban gritos de alegrÃa,
y el pueblo no podÃa distinguir entre los gritos de júbilo y el clamor de los llantos, porque gritaba con alegrÃa, y el ruido se escuchaba hasta lejos.