se reunió con todos los jefes y hombres valerosos y llegaron al acuerdo de cortar las fuentes de agua que habÃa fuera de la ciudad.
Se juntó mucha gente y cortaron todas las fuentes de agua y los esteros que corrÃan por el medio del territorio, diciendo: «Si vienen los asirios, que tengan el agua medida.»
Con gran ánimo reparó la parte de la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre ella. Levantó, además, otra muralla exterior, fortificó el Milo en la ciudad de David y fabricó gran cantidad de armas y escudos.
Nombró generales al frente de las tropas, los reunió a todos en la plaza de la puerta de la ciudad y hablándoles al corazón les dijo:
¿Acaso ignoran ustedes lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los demás paÃses? ¿Por ventura los dioses de estas naciones han sido capaces de liberar sus territorios de mi mano?
AsÃ, pues, que no los engañe EzequÃas ni los seduzca con vanas promesas. No lo crean. Ningún Dios de ninguna nación o reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres. ¡Cuánto menos podrán los dioses de ustedes librarlos de mi mano!»
EzequÃas tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor.
Lo demás referente a EzequÃas y sus obras piadosas está escrito en las visiones del profeta IsaÃas, hijo de Amós, y en el libro de los Reyes de Judá y de Israel.