Hasta llegaron a cerrar las puertas del vestÃbulo, apagaron las lámparas y no quemaron más incienso, ni ofrecieron holocaustos al Dios de Israel en el santuario.
Se levantaron entonces los levitas: de los hijos de Quehat, Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de AzarÃas; de los hijos de Merari, Quis, hijo de AbdÃ, y AzarÃas, hijo de Jelaleel; de los hijos de Guersón, Joaj, hijo de Zimmá, y Edem, hijo de Joaj;
Simrà y Yeiel, de los hijos de Elisafán; ZacarÃas y MatanÃas, de los hijos de Asaf;
Jejiel y SimÃ, de los hijos de Hemán; SemaÃas y Uzziel, de los hijos de Jedutún.
Sacrificaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre que derramaron sobre el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron los corderos y con la sangre rociaron el altar.
Los sacerdotes los sacrificaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey habÃa ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo Israel.
Pero como los sacerdotes eran pocos y no daban abasto para desollar todas estas vÃctimas, los ayudaron sus hermanos los levitas hasta terminar la labor, y hasta que los sacerdotes se purificaron. Pues los levitas estaban más instruidos que los sacerdotes sobre los ritos de purificación.