Le avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra ti una gran muchedumbre de gente del otro lado del mar de Edom, que están ya en Jesasón-Tamor, o sea, EngadÃ.»
¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a los descendientes de tu amigo Abraham para siempre?
Ellos la han habitado y han edificado un santuario para tu nombre diciendo:
Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre, nos presentaremos delante de esa Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en esta Casa. Clamaremos a ti en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás.
Pero mira a los hijos de Amón, de Moab y del norte de SeÃr, adonde no dejaste entrar a Israel cuando salÃa de la tierra de Egipto, y por orden tuya Israel se apartó de ellos sin destruirlos.
Ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has dado.
Bajen contra ellos mañana; ellos van a subir por la cuesta de Sis, de manera que los encontrarán al extremo del torrente, junto al desierto de Jeruel.
Pues los amonitas y los moabitas se echaron sobre los habitantes de los cerros de SeÃr para destruirlos y acabar con ellos; y cuando acabaron con ellos, se mataron unos a otros.
Cuando los de Judá llegaron a la cumbre desde donde se divisa el desierto, vieron todo el campo cubierto de cadáveres sin que uno solo hubiera quedado con vida.
Con todo no desaparecieron los santuarios de las lomas, pues el pueblo aún no se habÃa convertido al Dios de sus padres.
Lo demás referente a Josafat, del comienzo al fin, está escrito en la historia de Jehú, hijo de JananÃ, que se halla insertada en el libro de los Reyes de Israel.