Asá hizo lo que es bueno y recto a los ojos de Yavé su Dios.
Suprimió los altares del culto extranjero y los santuarios de lomas altos, derribó los monumentos y abatió los troncos sagrados.
Invitó a los judíos a que buscaran a Yavé, el Dios de sus padres, y cumplieran la Ley y el mandamiento.
Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los santuarios altos y las columnas dedicadas al sol; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.
Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yavé le había dado tranquilidad.
Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra disposición; pues hemos buscado a Yavé, nuestro Dios, y por haberlo buscado, él nos ha dado paz por todas partes.»
Edificaron y prosperaron. Asá tenía un ejército de trescientos mil hombres de Judá, que llevaban escudos grandes y lanzas, y doscientos ochenta mil de Benjamín, que llevaban el escudo pequeño y eran arqueros, todos ellos esforzados guerreros.
Salió contra ellos Zéraj, el etíope, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.
Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle al norte de Maresá.
Asá invocó a Yavé su Dios, y dijo: «Oh Yavé, puedes ayudar al desvalido como al poderoso. ¡Ayúdanos, pues, Yavé Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! Yavé, tú eres nuestro Dios: ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!»
Yavé derrotó a los etíopes ante Asá y los hombres de Judá; y los etíopes se pusieron en fuga.
Asá y la gente que estaba con él los persiguieron hasta Guerar y cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados delante de Yavé y su campamento; y se recogió un botín inmenso.
Se apoderaron de todas las ciudades, alrededor de Guerar, pues el terror de Yavé pesaba sobre ellos y saquearon las ciudades, pues había en ellas gran botín.
Asimismo atacaron las tiendas donde se recogían los ganados, capturando gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.