Al llegar entregó al rey de Israel la carta, que decÃa: «Te presento a mi servidor Naamán para que lo sanes de su lepra.»
Al leer la carta el rey, rasgó sus vestidos para manifestar su indignación: «Yo no soy Dios para dar muerte o vida. ¡Y el rey de Aram me manda a este hombre para que lo sane! Reconozcan y vean que busca pretextos de guerra.»
¿Acaso no son mejores el Abaná y el Farfar, rÃos de Damasco, que todos los rÃos del paÃs de Israel? ¿No podrÃa bañarme en los rÃos de Damasco para mejorarme de la lepra?»
«Perdón, señor, mi patrón me envÃa a decirle: Acaban de llegar a mà dos jóvenes de la montaña de EfraÃm, de la comunidad de los profetas; dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos trajes nuevos.»
Naamán le dijo: «DÃgnate aceptar dos talentos de plata.» Insistió en que los aceptara y metió dos talentos de plata con dos trajes nuevos en dos sacos y se los entregó a dos de sus criados, que los llevaron delante de GuejazÃ.
Cuando llegaron a Ofel, Guejazà se los quitó y los puso en su casa. Luego despidió a los dos servidores de Naamán, que se fueron.
Le replicó Eliseo: «¿No te acompañaba mi espÃritu cuando un hombre saltó de su carro para venir a tu encuentro? Ahora bien, tú has recibido plata y puedes comprar olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas.