El año catorce del reinado de EzequÃas subió Senaquerib, rey de Asur, invadió Judá, sitió todas las ciudades fortificadas y se apoderó de todas ellas.
Pues bien, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asur. Yo te doy dos mil caballos, si puedes encontrar a dos mil jinetes para montarlos.
Pero ni siquiera eres capaz de hacer retroceder al más insignificante de los generales de mi rey. ¡Tú creÃste que Egipto te darÃa carros y caballerÃas!
Entonces Elyaquim, Sobna y Joaj respondieron al general: «Por favor, háblanos a nosotros, tus siervos, en idioma arameo, ya que lo entendemos, pero no nos hables en judÃo frente a esta gente que está encima de la muralla.»
Pero el general contestó: «¿Ustedes se figuran que mi patrón me mandó a decirles estas cosas nada más que a su patrón y a ustedes, no a la gente que está arriba y que junto con ustedes está condenada a comer excrementos y beber sus orines?»
Entonces el general se puso de pie y hablando en alta voz pronunció en judÃo estas palabras:
«Oigan el mensaje del gran rey de Asur. Asà habla el rey: No se dejen engañar por EzequÃas, porque no los podrá salvar,
Escuchen más bien al rey de Asur que les dice: Hagan las paces conmigo y pónganse a mi servicio. Asà todos podrán comer de su viña y de su higuera y tomar agua de su propio estanque.