Wherefore gird up the loins of your mind, be sober, and hope to the end for the grace that is to be brought unto you at the revelation of Jesus Christ;
Setenta hijos de Ajab vivÃan en Samaria. Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, a los jefes de la ciudad, a los jueces y a los que cuidaban de los hijos de Ajab, diciendo:
«Apenas esta carta llegue a ustedes, que tienen a los hijos del rey, los carros de guerra y los caballos, una ciudad fortificada y armas,
vean cuál de todos los hijos del rey es el mejor y más capaz y háganlo sentar en el trono de su padre y prepárense para defender a sus señores.»
Ellos tuvieron gran temor y dijeron: «Los dos reyes juntos no lo resistieron, ¿cómo podremos resistir nosotros?»
El mayordomo del palacio, el comandante de la ciudad, los jueces y los preceptores mandaron a Jehú esta respuesta: «Somos siervos tuyos, haremos lo que tú digas. No proclamaremos rey a nadie; haz tú lo que mejor te parezca.»
Apenas les llegó esta carta, apresaron a los hijos del rey, los degollaron a los setenta y pusieron sus cabezas en canastos que mandaron a Jezrael.
El mensajero entró donde Jehú y le dijo: «Aquà te mandan las cabezas de los hijos del rey.» El respondió: «Pónganlas en dos montones a la entrada de la Puerta de Jezrael hasta mañana.»
Dijo Jehú: «Tómenlos vivos.» Los tomaron vivos y los degollaron a todos, junto a la cisterna de Betacad; eran cuarenta y dos hombres y no se dejó a ninguno con vida.
Y agregó: «Llamen a todos los profetas de Baal, a todos sus fieles y sacerdotes. Que no falte ninguno al sacrificio solemne que quiero ofrecer a Baal. El que no se presente morirá.» Jehú obraba con astucia, estando decidido a matar a todos los fieles de Baal.
Ellos mismos proclamaron la santa solemnidad que Jehú habÃa ordenado.
Jehú, por su parte, envió mensajeros por todo Israel para que vinieran todos los fieles de Baal sin que faltara ni uno solo. Cuando estuvieron en el templo de Baal, habÃa tanta gente que casi no tocaban tierra.
Entonces Jehú ordenó a los encargados del vestuario que sacaran los trajes sagrados reservados para los fieles de Baal, y se los distribuyeron.
Pero, mientras ellos hacÃan los preparativos para ofrecer los holocaustos, Jehú habÃa apostado fuera a ochenta hombres, a los cuales dijo: «El que de ustedes deje escapar a una de esas personas que deben matar responderá con su vida.»
Y, cuando terminaba el sacrificio, Jehú dio esta orden a los soldados y a su oficiales: «Entren y mátenlos a todos, que ninguno de ellos pueda escaparse.» Entraron, pues, y los pasaron a todos a filo de espada, llegando hasta el santuario de la Casa de Baal.
Sacaron el tronco sagrado de la Casa de Baal y lo quemaron.
Derribaron el altar y demolieron el templo, que ha pasado a ser un terreno para tirar la basura, hasta el dÃa de hoy.
Fue asà como Jehú hizo desaparecer el nombre de Baal en Israel.
Pero no por eso se apartó de los pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, introdujo en Israel, pues siguieron con los becerros de oro de Betel y de Dan.