OcozÃas envió un jefe de cincuenta, que subió con sus cincuenta hombres para buscarlo. ElÃas estaba sentado en la cumbre del cerro. El jefe le dijo: «Hombre de Dios, el rey manda que bajes.»
Respondió ElÃas al jefe de los cincuenta hombres: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus hombres.» Bajó fuego del cielo y los devoró a todos.
El rey volvió a mandarle otro jefe de cincuenta, que subió con sus cincuenta hombres y le dijo: «Hombre de Dios, el rey dice que te apresures a bajar.»
Respondió ElÃas: «Si soy hombre de Dios, que baje el fuego del cielo y te devore a ti y a tus hombres.» Bajó fuego del cielo y los devoró a todos.
Volvió el rey a enviarle un tercer jefe con cincuenta hombres. Este, al llegar, cayó de rodillas ante ElÃas y le dirigió estas palabras: «Hombre de Dios, te ruego que me perdones, asà como a mis cincuenta hombres; todos somos siervos tuyos.