soy muy joven para estar al frente del pueblo que has elegido, pueblo tan numeroso que no se puede contar.
Dame, pues, a mÃ, tu servidor, un espÃritu atento, para gobernar bien a tu pueblo y para decidir entre lo bueno y lo malo, porque si no, ¿cómo podrÃa gobernar este pueblo tan grande?»
Y le dijo: «No has pedido para ti una larga vida, ni has pedido riquezas, ni la muerte para tus enemigos, sino que has pedido inteligencia para gobernar con rectitud.
Entonces se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras yo dormÃa, y lo acostó con ella, y a su hijo muerto lo puso conmigo.
La otra mujer dijo: «Mi hijo es el vivo y el tuyo es el muerto.» Pero la primera replicó: «Mientes, el mÃo es el vivo». De manera que discutÃan en presencia del rey.
Dijo el rey: «La primera dice: el mÃo es el que vive, el tuyo el muerto. Y la otra dice: no, el tuyo es el que ha muerto.»
Y añadió: «Tráiganme una espada.» Cuando se la pusieron delante, dijo:
«Partan en dos al niño vivo y denle la mitad a cada una.»
La verdadera madre del niño, conmovida por la suerte que iba a correr su hijo, dijo al rey: «Por favor, mi señor, que le den a ella el niño vivo y que no lo partan.» Pero la otra dijo: «No será ni para ti ni para mÃ, que lo partan.»
Sentenció el rey: «Para la primera el niño, y no lo maten, pues ella es su madre.»