Dijo, pues, Ajab a AbdÃas: «Ven, vamos a recorrer el paÃs por todas sus fuentes y todos sus torrentes para ver si encontramos algo de hierba para mantener los caballos y mulos sin que tengamos que suprimir el ganado.»
Se repartieron el paÃs para recorrerlo: Ajab se fue solo por un camino y AbdÃas solo por otro.
Estando AbdÃas en camino, ElÃas le salió al encuentro. Lo reconoció AbdÃas y, cayendo con el rostro en el suelo, le dijo: «¿Eres tú ElÃas, mi señor?»
«Yo soy», respondió ElÃas. «Vete a decir a tu señor: Ahà viene ElÃas.»
Ahora bien, manda que se reúnan conmigo en el monte Carmelo todos los israelitas y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal a quienes mantiene Jezabel.»
Ajab avisó a todo el pueblo de Israel y reunió a todos los profetas de Baal en el monte Carmelo.
Entonces ElÃas dijo a los profetas de Baal: «ElÃjanse un novillo y prepárenlo primero ustedes, ya que son más numerosos, e invoquen el nombre de su dios.»
Tomaron el novillo, lo prepararon y estuvieron rogando desde la mañana hasta el mediodÃa, diciendo: «Baal, respóndenos.» Pero no se oyó ni una respuesta, y danzaban junto al altar que habÃan hecho.
Cuando llegó el mediodÃa, ElÃas empezó a burlarse de ellos, diciendo: «Griten más fuerte, cierto que Baal es Dios, pero debe estar ocupado, debe andar de viaje, tal vez está durmiendo y tendrá que despertarse.»
Ellos gritaron más fuerte y, según su costumbre, empezaron a hacerse tajos con cuchillo hasta que les brotó la sangre.
Pasado el mediodÃa cayeron en trance hasta la hora en que se ofrecen los sacrificios de la tarde, pero no se escuchó a nadie que les diera una respuesta o una señal de aceptación.
ElÃas dijo: «Apresen a los profetas de Baal: que no escape ninguno.» Una vez apresados, ElÃas los hizo bajar al torrente de Cisón, y los degolló allÃ.
Luego ElÃas le mandó decir a Ajab: «Come y bebe ahora, porque ya siento ruido de lluvia que cae.»
Subió Ajab a comer y beber, mientras que ElÃas subÃa a la cumbre del monte Carmelo, donde se postró con el rostro entre las rodillas.
Dijo a su muchacho: «Sube y mira para el mar.» Este fue a mirar, y dijo: «No veo nada.» ElÃas ordenó: «Vuelve hasta siete veces.»