Ella quedó maravillada, y dijo al rey: «Realmente era verdad lo que me habÃan dicho de ti y de tu sabidurÃa.
No creÃa lo que se me habÃa dicho en mi paÃs, hasta que he venido a verlo con mis propios ojos. Pero reconozco que no me habÃan contado ni la mitad. Tu sabidurÃa y bienestar supera todo lo que oà decir.
¡Felices tus gentes! ¡Felices tus servidores, que están siempre junto a ti y escuchan tus sabias palabras!
Luego ofreció al rey ciento veinte talentos de oro, perfumes y joyas en gran cantidad. Nunca habÃa llegado tanta cantidad de perfumes como los que regaló la reina de Saba a Salomón.
La cantidad de oro que cada año recibÃa Salomón era de seiscientas sesenta y seis barras de oro,
sin contar las tasas y contribuciones de los mercaderes, de los comerciantes y de todos los reyes extranjeros de Arabia y de los gobernadores de todo el paÃs.
El rey Salomón hizo trescientos grandes escudos de oro finÃsimo, empleando seiscientas monedas de oro para cada uno de ellos,
porque el rey tenÃa una flota de barcos de Tarsis en el mar, con la flota de Hiram, y cada tres años venÃan de allá trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
El rey Salomón sobrepasó en riqueza y sabidurÃa a todos los reyes de la tierra.
Se traÃa de allá un carro por seiscientas monedas de plata y un caballo por ciento cincuenta. En iguales condiciones se los exportaba para todos los reyes de los heteos y para los reyes de Aram. Los mercaderes de Salomón eran los que hacÃan todos estos trámites.