Estas son las últimas palabras de David: «Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, del ungido del Dios de Jacob, del cantor de los salmos de Israel.
El Espíritu de Yavé habla por mí, su palabra está en mi lengua.
El Dios de Israel ha hablado, la Roca de Israel me ha dicho: «El justo que gobierne a los hombres y los gobierne en el temor a Dios
es como la luz de la mañana cuando sale el sol, como mañana sin nubes, que hace brillar el pasto del campo después de la lluvia.
Sí, así es mi familia ante Dios, que hizo conmigo una alianza eterna, en todo ordenada y segura. ¿No hará él que germinen mis esperanzas y todos mis deseos?
Pero los malvados son espinas del desierto, que no se toman con la mano.
Nadie las toca a no ser con el hierro o con el mango de su lanza, y se queman al fuego.»
Estos son los nombres de los héroes de David: Isbaal, el jakmonita, jefe de los Tres, que blandió su lanza y mató a ochocientos hombres de una vez.
Después de él, Eleazar, hijo de Dodí, hijo de un ajojita, uno de los tres héroes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos ahí reunidos para pelear. Cuando los israelitas se retiraban,
él se mantuvo firme y atacó a los filisteos hasta que su mano se cansó y le quedó pegada a la espada. Aquel día Yavé consiguió una gran victoria. Los otros combatientes volvieron al terreno detrás de Eleazar, pero solamente para tomar los despojos.
Después de él, Sammá, hijo de Elá, el ararita. Los filisteos se habían reunido en Legí: Había allí un campo sembrado de lentejas, y el ejército huía ante los filisteos,
pero él se puso en medio del campo, lo defendió y derrotó a los filisteos. Yavé obró ahí una gran victoria.
Estos tres, los más valientes de los treinta, bajaron juntos donde David, a la caverna de Adulam, en el tiempo de la siega, mientras que una tropa de filisteos acampaba en el valle de Refaím.
David estaba en el refugio y había en Belén una guarnición filistea.
Se le antojó decir a David: «¡Cómo me gustaría beber agua del pozo que hay junto a la puerta de Belén!»
Entonces los tres héroes penetraron en el campamento de los filisteos, sacaron agua del pozo que está en la puerta de Belén y se la ofrecieron a David. Pero él no quiso beberla, sino que la derramó como ofrenda a Yavé,
diciendo: «No permita Yavé que yo haga tal cosa. ¿No es la sangre de esos hombres que arriesgaron su vida por ir a buscarla?» Y no quiso beber. Esto hicieron los tres héroes.
Abisaí, hermano de Joab e hijo de Sarvia, era jefe de los Treinta. El blandió su lanza contra trescientos hombres y se hizo tan famoso como los Tres.
Fue el más famoso de los Treinta, y pasó a ser su jefe, pero no igualó a los Tres.
Banaías era el hijo de Yoyada, un hombre valiente y de grandes hazañas. El dio muerte a los dos hijos de Ariel de Moab; él también bajó a un pozo un día de nevazón para matar ahí a un león.
Mató también a un egipcio de gran estatura. El egipcio tenía una lanza en su mano, pero él lo enfrentó armado sólo de un palo; le quitó la lanza de las manos al egipcio y lo mató con su propia lanza.
Esta fue la hazaña de Banaías, hijo de Yoyada.
Se hizo famoso entre los Treinta, pero no igualó a los Tres. David lo nombró jefe de su guardia.
Azael, hermano de Joab, también era de los Treinta. Además: Eljanán, hijo de Dodó de Belén,
Sammá de Jarod, Elicá, de Jarod,
Jeles de Pélet; Irá, hijo de Iqques de Tecoa,
Abiezer de Anatot, Sibekay de Jusá,
Salmón de Ajoj, Najray de Netofá,
Jeles, hijo de Baaná, de Netofá; Itay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín;
Banaías de Piratón, Hidday, de los torrentes de Gaas,
Abialbon de Betaraba, Azmaet de Bajurim,
Elyjhá de Saalbón, Yasen, hijo de Jonatán,
Sammá de Harar; Ajiam, hijo de Sarar, de Harar;
Elifelet, hijo de Ajasbay, de Maaká, Eliam, hijo de Ajitofel, de Guiló, Jesray de Carmelo, Paaray de Arab,
Jigal, hijo de Natán, de Sobá, Baní, de Gad.
Seléq el amonita,
Najaray de Beerot, escudero de Joab, hijo de Sarvia;