«Mira, tu causa es buena y justa, pero no habrá nadie que te escuche de parte del rey.»
Y continuaba: «¡Ah, si yo pudiera administrar justicia en este paÃs, todos los que tuvieran pleitos que resolver vendrÃan a mà y yo les harÃa justicia!»
Respondió el rey: «Que te vaya bien.» Absalón se despidió y se fue a Hebrón.
Absalón envió a todas las tribus de Israel el siguiente mensaje: «Cuando sientan tocar las trompetas, griten: ¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón!»
Entonces David le dijo: «Vamos y acompáñame.» De este modo, Itaà de Gat, con todos sus hombres y toda su familia, acompañaron al rey.
Todos lloraban en voz alta, mientras desfilaba la gente. El rey atravesó el torrente Cedrón, y toda la gente pasó al oriente del camino que bordea el desierto.
El sacerdote Sadoc y todos los levitas llevaban el Arca de la Alianza. La colocaron junto a Abiatar hasta que todos salieron de la ciudad.
Al llegar David a la cumbre donde se adora a Dios, salió a su encuentro Jusay el arquita, amigo de David, con la túnica desgarrada y la cabeza cubierta de polvo.
David le dijo: «Si vas conmigo, serás para mà una carga.
Me serás más útil si vuelves a la ciudad y vas a decir a Absalón: «Señor, mi rey, asà como servà antes a tu padre, asà quiero ahora servirte a ti.» Y luego te opondrás a los planes de Ajitofel y aconsejarás lo que a mà me conviene.