Pero, por sus cuchicheos, David comprendió que su hijo habÃa muerto. Preguntó, pues: «¿Ha muerto el niño?» Y ellos le respondieron: «Ha muerto.»
Le quitó al dios Milcom su corona, que pesaba treinta kilos, y puso de adorno en su turbante una piedra pre ciosa que allà habÃa. El botÃn que llevó de la ciu dad fue enorme.