Entonces se adelantó Judá y le dijo: «Permite, señor mÃo, que pueda tu siervo decirte algunas palabras sin que te enojes contra mÃ, aunque tú eres como Faraón.
Tú, mi señor, preguntaste a tus siervos la otra vez: «¿Tienen todavÃa padre o hermano?»
y nosotros contestamos: «Tenemos todavÃa nuestro padre muy anciano, con un muchachito que le nació en su vejez. Este tenÃa otro hermano, hijo de la misma madre, pero murió y le queda ese solo hijo de ella. Por esto su padre lo quiere mucho.»
Subimos entonces a casa de nuestro padre y le dijimos tus palabras.
Y cuando nos pidió: «Vuelvan a comprar algo de comida»,
nosotros respondimos: «No podemos ir, a menos que vaya con nosotros nuestro hermano menor, porque no nos recibirá aquel hombre si nuestro hermano menor no está con nosotros.»
Entonces nuestro padre nos dijo: «Ustedes saben que mi esposa me dio dos hijos.
Uno se me fue, al que no he vuelto a ver, y creo que habrá sido despedazado por las fieras.