Les dijo: «Ustedes son espÃas y vienen a descubrir los secretos del paÃs.» Respondieron ellos: «No, señor, tus siervos han venido a comprar alimentos.
Somos todos hijos de un mismo padre y somos honrados. Tus servidores no son espÃas.»
Si han dicho la verdad, que se quede sólo uno de ustedes como prisionero en la casa de la guardia donde ahora están, y los demás llevarán el trigo que tanta falta hace en sus casas.
Pero habrán de traerme a su hermano menor para que yo compruebe que es cierto lo que ustedes me han dicho; y asà podrán salvar su vida.» Asà se hizo,
y ellos comentaban entre sÃ: «Verdaderamente estamos pagando lo que hicimos con nuestro hermano, pues a pesar de ver su aflicción y de oÃr sus súplicas, no le hicimos caso. Por eso ahora ha venido sobre nosotros esta desgracia.»
Cargaron, pues, el trigo sobre sus burros y se fueron.
Cuando acamparon para pasar la noche, uno de ellos abrió su bolsa para dar forraje a su burro, y vio su plata: ¡estaba en la boca de la bolsa!
Al llegar donde su padre Jacob, en la tierrra de Canaán, le contaron todo lo que les habÃa sucedido:
«El hombre que gobierna ese paÃs nos habló con aspereza y nos tomó por espÃas,
pero nosotros le dijimos: "Nosotros somos gente honrada y no espÃas.
Éramos doce hermanos, hijos del mismo padre, pero uno de nosotros ya no vive, y el hermano más pequeño se quedó con nuestro padre en el paÃs de Canaán".
Entonces el señor del paÃs, nos dijo: "Para que yo pueda comprobar si ustedes dicen la verdad, se va a quedar conmigo uno de ustedes; mientras tanto tomen lo que hace falta en sus casas y márchense.
Ahora bien, cuando vaciaron sus bolsas, cada uno de ellos encontró su dinero en la boca de la misma. Este descubrimiento les produjo temor a ellos y a su padre.