Dina, la hija que Lía dio a Jacob, salió un día a visitar a las mujeres de aquel país.
La vio Siquem, hijo de Hamor el hivita, príncipe de aquella tierra, y la tomó; se acostó con ella y la violó.
Pero se quedó prendado de Dina, hija de Jacob, se enamoró de la joven y le habló de amor.
Entonces Siquem dijo a su padre Hamor: «Toma para mí a esa joven.»
Jacob se enteró de que su hija Dina había sido deshonrada, pero como sus hijos estaban en el campo con su rebaño, no dijo nada hasta que regresaron.
Hamor, padre de Siquem, vino a hablar con Jacob.
Cuando los hijos de Jacob volvieron del campo, se enteraron de lo que había pasado. Estos hombres se enojaron muchísimo porque se había cometido una infamia en Israel; alguien había abusado de la hija de Jacob, cosa que no debe hacerse.
Hamor habló con ellos y les dijo: «Siquem, mi hijo, está enamorado de la hermana de ustedes. Les ruego que se la den por esposa.
Sean nuestros parientes, dennos sus hijas, y tomen las nuestras.
Quédense a vivir con nosotros, pues todo el territorio está a disposición de ustedes; habiten en él, muévanse libremente y adquieran propiedades en ella.»
Siquem dijo al padre y a los hermanos de Dina: «Les ruego que me perdonen. Yo les daré todo lo que ustedes me pidan.
Impónganme un precio y regalos de valor, y yo les pagaré lo que quieran, pero denme a la muchacha por esposa.»
Los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Hamor. Les hablaron con engaño, porque Siquem había deshonrado a Dina, su hermana, y les dijeron:
«No podemos dar nuestra hermana a un hombre incircunciso, pues entre nosotros eso es una vergüenza.
Daremos nuestro consentimiento con una sola condición: que se hagan iguales a nosotros, y circuncidan a todos los varones que hay entre ustedes.
Entonces daremos a nuestras hijas y tomaremos las de ustedes, viviremos con ustedes y con ustedes formaremos un solo pueblo.
Pero si no nos hacen caso y no se circuncidan, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos.»
Estas palabras agradaron a Hamor y Siquem, su hijo.
El joven no tardó en hacer lo que se le pedía, porque estaba enamorado de la hija de Jacob; además, Siquem era el de más prestigio e influencia en la familia de su padre.
Hamor y su hijo Siquem fueron a la puerta de su ciudad y hablaron a sus conciudadanos, reunidos allí.
Les dijeron: «Estos hombres son gente pacífica. Dejemos que se establezcan aquí y se muevan libremente por nuestra tierra. Nuestro país es extenso, y hay mucho lugar para ellos. Nosotros nos casaremos con sus hijas y les daremos las nuestras como esposas a ellos,
pero ellos ponen una condición para quedarse con nosotros y formar un solo pueblo, y es que todos los varones nos hagamos circuncidar, tal como lo hacen ellos.
Si aceptamos, sus rebaños, sus posesiones, sus animales y todo lo que tienen, será de nosotros. Hagamos, pues, lo que nos piden y que vivan entre nosotros.»
Todos los que salían por la puerta de la ciudad se dejaron convencer por Hamor y su hijo Siquem, y todos los varones de la ciudad se hicieron circuncidar.
Al tercer día, cuando estaban más doloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, agarraron sus espadas, entraron en la ciudad sin peligro y mataron a todos los varones.
Mataron a Hamor y a su hijo Siquem, y tomando a Dina de la casa de Siquem, se fueron.
Los demás hijos de Jacob pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad.
Se apoderaron de sus vacas, ovejas, burros y de todo lo que había en la ciudad o en el campo.
Se llevaron como botín todas las riquezas, a las mujeres y a los niños, y saquearon todo lo que encontraron dentro de las casas.
Dijo entonces Jacob a Simeón y a Leví: «Me han dejado en mala situación, y por culpa de ustedes me odiarán los cananeos y los fereceos que ocupan el país. Yo sólo tengo unos pocos hombres, y si ellos se unen para atacarme, me exterminarán junto con toda mi gente.»
Pero ellos respondieron: «¿Ibamos a dejar que nuestra hermana fuera tratada como una prostituta?»