Cuando por la tarde llegaba Jacob del campo, LÃa salió a su encuentro y le dijo: «Esta noche dormirás conmigo, pues te he alquilado por unas manzanas de mi hijo.»
Aquella noche, pues, durmió Jacob con ella. Dios escuchó las oraciones de LÃa, la que concibió y le dio a Jacob el quinto hijo.
Dijo LÃa: «Dios me ha premiado por haber entregado mi sierva a mi marido.» Le puso por nombre Isacar.
De nuevo LÃa quedó embarazada, y dio a Jacob el sexto hijo.
Y dijo: «Me ha hecho Dios un buen regalo. Ahora mi marido cohabitará conmigo, porque le he dado seis hijos.» Y le llamó Zabulón.
Comprobarás mi honradez el dÃa de mañana cuando quieras verificar personalmente lo que me llevo. Todo lo que no sea manchado o rayado entre las cabras, ni negro entre los corderos, será considerado como un robo de mi parte.»
Dijo Labán: «Está bien, sea como tú dices.»
Ese mismo dÃa Labán puso aparte todos los cabritos rayados o con manchas, y a cuanto cordero habÃa con color negro, y se los dio a sus hijos,
y los mandó lejos de Jacob, a una distancia de tres dÃas. Y Jacob se quedó cuidando el resto del rebaño de Labán.
Jacob se buscó entonces unas ramas verdes de chopo, almendro y plátano. Peló la corteza de las ramas haciendo franjas que dejaban al descubierto el blanco de la madera.
Entonces Jacob separaba los corderos. En una palabra, hacÃa que las ovejas del rebaño de Labán miraran todo lo que tenÃa rayas o era negro. Asà se formó rebaños que le pertenecÃan y que apartaba de los de Labán.
Cada vez que entraban en celo las ovejas más robustas, Jacob volvÃa a poner en las pilas y abrevaderos las varas, a la vista de las ovejas, para que se aparearan ante ellas.