HabÃa un hombre de BenjamÃn que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de AfÃa, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente.
Y las asnas de Cis, padre de Saúl, se habÃan perdido, por lo cual dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas.
(Antiguamente en Israel, cuando uno iba a consultar a Dios, decÃa: Venid, vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente.)
Entonces Saúl dijo a su criado: Bien dicho; anda, vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
Según subÃan por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas muchachas que salÃan a sacar agua y les dijeron: ¿Está aquà el vidente?
Y ellas les respondieron, y dijeron: SÃ, he aquà está delante de ti. Apresúrate ahora, pues hoy ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.
Descendieron del lugar alto a la ciudad, y Samuel habló con Saúl en el terrado.
Se levantaron temprano, y al romper el alba Samuel llamó a Saúl en el terrado, diciendo: Levántate, para que yo te despida. Saúl se levantó, y ambos, Saúl y Samuel, salieron a la calle.