Y vinieron los hombres de Quiriat-jearim, tomaron el arca del Señor y la llevaron a la casa de Abinadab en la colina, y consagraron a Eleazar su hijo para que guardara el arca del Señor.
Y sucedió que pasó mucho tiempo, veinte años, desde el dÃa en que el arca quedó en Quiriat-jearim; y toda la casa de Israel añoraba al Señor.
Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua y la derramaron delante del Señor, ayunaron aquel dÃa y dijeron allÃ: Hemos pecado contra el Señor. Y Samuel juzgó a los hijos de Israel en Mizpa.
Cuando los filisteos oyeron que los hijos de Israel se habÃan reunido en Mizpa, los prÃncipes de los filisteos subieron contra Israel. Cuando oyeron esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos.
Entonces los hijos de Israel dijeron a Samuel: No dejes de clamar al Señor nuestro Dios por nosotros, para que El nos libre de la mano de los filisteos.
Tomó Samuel un cordero de leche y lo ofreció como completo holocausto al Señor; y clamó Samuel al Señor por Israel y el Señor le respondió.
Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos se acercaron para pelear con Israel. Mas el Señor tronó con gran estruendo aquel dÃa contra los filisteos y los confundió, y fueron derrotados delante de Israel.
Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Eben-ezer, diciendo: Hasta aquà nos ha ayudado el Señor.
Los filisteos fueron sometidos y no volvieron más dentro de los lÃmites de Israel. Y la mano del Señor estuvo contra los filisteos todos los dÃas de Samuel.
Las ciudades que los filisteos habÃan tomado de Israel fueron restituidas a Israel, desde Ecrón hasta Gat, e Israel libró su territorio de la mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos.
Samuel juzgó a Israel todos los dÃas de su vida.
Cada año acostumbraba hacer un recorrido por Betel, Gilgal y Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares.