Y la Escritura, previendo que Dios justificarÃa a los gentiles por la fe, anunció de antemano las buenas nuevas a Abraham, diciendo: En ti seran benditas todas las naciones.
Asà que, los que son de fe son bendecidos con Abraham, el creyente.
Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
Y que nadie es justificado ante Dios por la ley es evidente, porque El justo vivira por la fe.
Sin embargo, la ley no es de fe; al contrario, El que lashace, vivira porellas.
Lo que digo es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años más tarde, no invalida un pacto ratificado anteriormente por Dios, como para anular la promesa.
Porque si la herencia depende de la ley, ya no depende de una promesa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio de una promesa.
Ahora bien, un mediador no es de una parte solamente, ya que Dios es uno solo.
¿Es entonces la ley contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Porque si se hubiera dado una ley capaz de impartir vida, entonces la justicia ciertamente hubiera dependido de la ley.
Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a todos los que creen.
Y antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley, confinados para la fe que habÃa de ser revelada.
De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe.
Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo ayo,
pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús.