Asà que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre.
Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte.
Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del EspÃritu y no en el arcaÃsmo de la letra.
Asà que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno.
¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para m� ¡De ningún modo! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso.
Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.
Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago.
Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena.
Asà que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mÃ.
Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico.
Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mÃ.
Asà que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mÃ.
Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios,
pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Asà que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.