El que guarda cierto dÃa, para el Señor lo guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios.
Porque ninguno de nosotros vive para sà mismo, y ninguno muere para sà mismo;
pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.
Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió.
Por tanto, no permitáis que se hable mal de lo que para vosotros es bueno.
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el EspÃritu Santo.
Porque el que de esta manera sirve a Cristo, es aceptable a Dios y aprobado por los hombres.
Asà que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua.
No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. En realidad, todas las cosas son limpias, pero son malas para el hombre que escandaliza a otro al comer.
Es mejor no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece.
La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sà mismo en lo que aprueba.
Pero el que duda, si come se condena, porque no lo hace por fe; y todo lo que no procede de fe, es pecado.