sabed todos vosotros, y todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por El, este hombre se halla aquà sano delante de vosotros.
Este Jesús es la piedradesechada por vosotros los constructores, peroque ha venido a ser la piedra angular.
Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.
Al ver la confianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se maravillaban, y reconocÃan que ellos habÃan estado con Jesús.
Y viendo junto a ellos de pie al hombre que habÃa sido sanado, no tenÃan nada que decir en contra.
porque el hombre en quien se habÃa realizado este milagro de sanidad tenÃa más de cuarenta años.
Cuando quedaron en libertad, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habÃan dicho.
Al oÃr ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: Oh, Señor, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay,
el que por el EspÃritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por que se enfurecieron los gentiles, y los pueblos tramaron cosas vanas?
Se presentaron los reyes de la tierra, y los gobernantes se juntaron a unacontra el Señor y contra su Cristo.
Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste,
para hacer cuanto tu mano y tu propósito habÃan predestinado que sucediera.
Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza,
mientras extiendes tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.
La congregación de los que creyeron era de un corazón y un alma; y ninguno decÃa ser suyo lo que poseÃa, sino que todas las cosas eran de propiedad común.
Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia habÃa sobre todos ellos.
No habÃa, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseÃan tierras o casas las vendÃan, traÃan el precio de lo vendido,
y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y se distribuÃa a cada uno según su necesidad.