Y aconteció que cuando Jesús entró en casa de uno de los principales de los fariseos un dÃa de reposo para comer pan, ellos le estaban observando cuidadosamente.
Y allÃ, frente a El, estaba un hombre hidrópico.
Cuando el siervo regresó, informó de todo esto a su señor. Entonces, enojado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal enseguida por las calles y callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos."
Y el siervo dijo: "Señor, se ha hecho lo que ordenaste, y todavÃa hay lugar."
Entonces el señor dijo al siervo: "Sal a los caminos y por los cercados, y oblÃgalos a entrar para que se llene mi casa.
"Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados probará mi cena."
Si alguno viene a mÃ, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discÃpulo.
El que no carga su cruz y viene en pos de mÃ, no puede ser mi discÃpulo.