Y sucedió que cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discÃpulos, se fue de allà a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
Y al oÃr Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio de sus discÃpulos
a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y contad a Juan lo que oÃs y veis:
los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio.
Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mÃ.
y dicen: "Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos endechas, y no os lamentasteis."
Porque vino Juan que no comÃa ni bebÃa, y dicen: "Tiene un demonio."
Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: "Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores." Pero la sabidurÃa se justifica por sus hechos.
Entonces comenzó a increpar a las ciudades en las que habÃa hecho la mayorÃa de sus milagros, porque no se habÃan arrepentido.
¡Ay de ti, CorazÃn! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza.
Por eso os digo que en el dÃa del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.
Sin embargo, os digo que en el dÃa del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti.
En aquel tiempo, hablando Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños.
SÃ, Padre, porque asà fue de tu agrado.
Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.