¡Ay de mÃ!, porque soy como los recogedores de frutos de verano, como los rebuscadores en la vendimia. No hay racimo de uvas que comer, ni higo temprano que tanto deseo.
Ha desaparecido el bondadoso de la tierra, y no hay ninguno recto entre los hombres. Todos acechan para derramar sangre, unos a otros se echan la red.
El mejor de ellos es como un zarzal, y el más recto como un seto de espinos. El dÃa que pongas tus centinelas, tu castigo llegará. ¡Entonces será su confusión!
Entonces mi enemiga lo verá, y se cubrirá de vergüenza la que me decÃa: ¿Dónde está el Señor tu Dios? Mis ojos la contemplarán; entonces será pisoteada como el lodo de las calles.
Viene el dÃa para la edificación de tus muros; aquel dÃa se extenderán tus lÃmites.
Viene el dÃa cuando ellos vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades de Egipto; desde Egipto hasta el rÃo, de mar a mar y de monte a monte.
Y la tierra será desolada a causa de sus habitantes, por el fruto de sus obras.
Verán las naciones y se avergonzarán de todo su poderÃo; se pondrán la mano sobre la boca, sus oÃdos se ensordecerán.
Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando de sus fortalezas, al Señor nuestro Dios vendrán amedrentados, y temerán delante de ti.