'Santo era Israel para el Señor, primicias de su cosecha; todos los que comÃan de ella se hacÃan culpables; el mal venÃa sobre ellos'--declara el Señor."
OÃd la palabra del Señor, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.
Tampoco dijeron: ¿Dónde está el Señor que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra de yermos y de barrancos, por una tierra seca y tenebrosa, una tierra por la que nadie pasó y donde ningún hombre habitó?
Los sacerdotes no dijeron: "¿Dónde está el Señor?" Los que se ocupaban de la ley no me conocieron, los gobernantes se rebelaron contra mÃ, y los profetas profetizaban por Baal, y andaban tras cosas que no aprovechan.
Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremo desolados--declara el Señor.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mÃ, fuente de aguas vivas, y han cavado para sà cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.
Aunque te laves con soda y uses mucho jabón, la mancha de tu iniquidad está aún delante de mÃ--declara el Señor Dios.
¿Cómo puedes decir: "No estoy manchada, no he ido tras los baales"? Mira tu proceder en el valle, reconoce lo que has hecho. Eres una camella joven y liviana que enreda sus pasos,
Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, asà se ha avergonzado la casa de Israel: ellos, sus reyes, sus prÃncipes, sus sacerdotes y sus profetas;
los que dicen al leño: "Mi padre eres tú", y a la piedra: "Tú me engendraste." Porque ellos me han vuelto las espaldas, y no el rostro; pero en el tiempo de su calamidad dirán: "Levántate y sálvanos."
Mas ¿dónde están tus dioses, los que hiciste para ti? Que se levanten, a ver si pueden salvarte en el tiempo de tu calamidad; porque según el número de tus ciudades son tus dioses, oh Judá.