'¿Cómo, pues, puedes rechazar a un oficial de los menores de los siervos de mi señor, y confiar en Egipto para tener carros y hombres de a caballo?
'¿He subido ahora sin el consentimiento del Señor contra esta tierra para destruirla? El Señor me dijo: "Sube contra esta tierra y destrúyela."'"
Entonces Eliaquim, Sebna y Joa dijeron al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos en arameo porque nosotros lo entendemos, y no nos hables en la lengua de Judá a oÃdos del pueblo que está sobre la muralla.
Pero el Rabsaces dijo: ¿Acaso me ha enviado mi señor para hablar estas palabras sólo a tu señor y a ti, y no a los hombres que están sentados en la muralla, condenados a comer sus propios excrementos y a beber su propia orina con vosotros?
El Rabsaces se puso en pie, gritó a gran voz en la lengua de Judá, y dijo: Escuchad las palabras del gran rey, el rey de Asiria.
ni que EzequÃas os haga confiar en el Señor, diciendo: 'Ciertamente el Señor nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria.'
hasta que yo venga y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de grano y de mosto, tierra de pan y de viñas.'
"Cuidado, no sea que EzequÃas os engañe, diciendo: 'El Señor nos librará.' ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria?
"¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Cuándo han librado ellos a Samaria de mi mano?
Pero ellos se quedaron callados y no le respondieron palabra alguna; porque el rey habÃa dado un mandato, diciendo: No le respondáis.
Entonces Eliaquim, hijo de HilcÃas, mayordomo de la casa real, el escriba Sebna y el cronista Joa, hijo de Asaf, fueron a EzequÃas con sus vestidos rasgados, y le relataron las palabras del Rabsaces.