Reunió, pues, a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: Salid a las ciudades de Judá, y recoged dinero de todo Israel para reparar anualmente la casa de vuestro Dios; y daos prisa en esto, pero los levitas no se apresuraron.
Porque los hijos de la perversa AtalÃa habÃan forzado la entrada a la casa de Dios y aun habÃan usado para los baales las cosas sagradas de la casa del Señor.
Entonces el rey, mandó que hicieran un cofre y lo colocaran afuera, junto a la puerta de la casa del Señor.
Todos los oficiales y todo el pueblo se regocijaron y trajeron sus contribuciones y las echaron en el cofre hasta llenarlo.
Y sucedÃa que siempre que el cofre era traÃdo al oficial del rey por los levitas, y cuando veÃan que habÃa mucho dinero, entonces el escriba del rey y el oficial del sumo sacerdote venÃan, vaciaban el cofre, lo tomaban y lo volvÃan a su lugar. Asà hacÃan diariamente y recogÃan mucho dinero.
Los obreros trabajaron, y el trabajo de reparación progresó en sus manos, y restauraron la casa de Dios conforme a sus planos y la reforzaron.
Cuando terminaron, trajeron el resto del dinero delante del rey y de Joiada; y lo convirtieron en utensilios para la casa del Señor, utensilios para el ministerio y para el holocausto, y recipientes y utensilios de oro y de plata. Y todos los dÃas de Joiada ofrecieron holocaustos en la casa del Señor continuamente.
Envejeció Joiada y a una edad muy avanzada murió; tenÃa ciento treinta años cuando murió.
Y lo sepultaron en la ciudad de David con los reyes, porque habÃa hecho bien en Israel, y a Dios y a su templo.