Entonces dijo al rey: Era verdad lo que habÃa oÃdo en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabidurÃa.
Pero yo no creÃa lo que me decÃan, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquÃ, no se me habÃa contado ni la mitad. Tú superas en sabidurÃa y prosperidad la fama que habÃa oÃdo.
Bienaventurados tus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabidurÃa.
Bendito sea el Señor tu Dios que se agradó de ti para ponerte sobre el trono de Israel; por el amor que el Señor ha tenido siempre a Israel, te ha puesto por rey para hacer derecho y justicia.
Entonces ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca más entró tanta abundancia de especias aromáticas como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
El rey hizo además, un gran trono de marfil y lo revistió de oro finÃsimo.
HabÃa seis gradas hasta el trono, y por detrás, la parte superior del trono era redonda, con brazos a cada lado del asiento y dos leones de pie junto a los brazos.
Y doce leones estaban de pie allà en las seis gradas a uno y otro lado; nada semejante se hizo para ningún otro reino.
porque el rey tenÃa en el mar las naves de Tarsis con las naves de Hiram, y cada tres años las naves de Tarsis venÃan trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
Asà el rey Salomón llegó a ser más grande que todos los reyes de la tierra en riqueza y sabidurÃa.
Y toda la tierra procuraba ver a Salomón, para oÃr la sabidurÃa que Dios habÃa puesto en su corazón.
Cada uno de ellos traÃa su presente: objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, especias, caballos y mulos; y asà año tras año.
Los caballos de Salomón eran importados de Egipto y de Coa, y los mercaderes del rey los adquirÃan de Coa por cierto precio.
Y se importaba un carro de Egipto por seiscientos siclos de plata, y un caballo por ciento cincuenta, y de la misma forma los exportaban a todos los reyes de los hititas y a los reyes de Aram.