Entonces dieron aviso a Joab: He aquÃ, el rey llora y se lamenta por Absalón.
Y la victoria aquel dÃa se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque el pueblo oyó decir aquel dÃa: El rey está entristecido por su hijo.
Aquel dÃa el pueblo entró calladamente en la ciudad, como pueblo que humillado, entra a escondidas cuando huye de la batalla.
Y el rey con su rostro cubierto, clamaba en alta voz: ¡Oh hijo mÃo Absalón, oh Absalón, hijo mÃo, hijo mÃo!
Joab entró en la casa del rey, y dijo: Hoy has cubierto de vergüenza el rostro de todos tus siervos que han salvado hoy tu vida, la vida de tus hijos e hijas, la vida de tus mujeres y la vida de tus concubinas,
Ahora pues, levántate, sal y habla bondadosamente a tus siervos, porque juro por el Señor que si no sales, ciertamente ni un solo hombre pasará la noche contigo, y esto te será peor que todo el mal que ha venido sobre ti desde tu juventud hasta ahora.
Entonces el rey se levantó y se sentó a la puerta. Y cuando avisaron a todo el pueblo, diciendo: He aquÃ, el rey está sentado a la puerta, entonces todo el pueblo vino delante del rey. Pero los de Israel habÃan huido, cada uno a su tienda.
Y todo el pueblo reñÃa en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos y nos ha salvado de mano de los filisteos, pero ahora ha huido de la tierra, de Absalón.
Asà inclinó el corazón de todos los hombres de Judá como el de un solo hombre, y enviaron palabra al rey, diciendo: Regresa, tú y todos tus siervos.
Volvió el rey y llegó hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para ir al encuentro del rey, para conducir al rey al otro lado del Jordán.
Entonces Simei, hijo de Gera, el benjamita que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá al encuentro del rey David.