Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre, he aquà que Siba, el criado de Mefiboset, salió a su encuentro con un par de asnos aparejados, y sobre ellos habÃa doscientos panes, cien racimos de uvas pasas, cien frutas de verano y un odre de vino.
Y el rey dijo a Siba: He aquÃ, todo lo que pertenece a Mefiboset es tuyo. Y Siba dijo: Me inclino; que halle yo gracia ante tus ojos, oh rey, mi señor.
Al llegar el rey David a Bahurim, he aquÃ, salió de allà un hombre de la familia de la casa de Saúl que se llamaba Simei, hijo de Gera. Cuando salió, iba maldiciendo;
y tiraba piedras a David y a todos los siervos del rey David, aunque todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda.
Asà decÃa Simei mientras maldecÃa: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario e indigno!
El Señor ha hecho volver sobre ti toda la sangre derramada de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado; el Señor ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón. He aquÃ, estás prendido en tu propia maldad, porque eres hombre sanguinario.
Y David dijo a Abisai y a todos sus siervos: He aquÃ, mi hijo que salió de mis entrañas busca mi vida; ¿cuánto más entonces este benjamita? Dejadlo, que siga maldiciendo, porque el Señor se lo ha dicho.
Quizá el Señor mire mi aflicción y me devuelva bien por su maldición de hoy.
Levantaron, pues, para Absalón una tienda en el terrado, y Absalón se llegó a las concubinas de su padre a la vista de todo Israel.
El consejo que Ahitofel daba en aquellos dÃas era como si uno consultara la palabra de Dios; asà era considerado todo consejo de Ahitofel tanto por David como por Absalón.