El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que habÃa caÃdo del cielo a la tierra, y se le dio la llave del pozo del abismo.
Cuando abrió el pozo del abismo, subió humo del pozo como el humo de un gran horno, y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del pozo.
Y del humo salieron langostas sobre la tierra, y se les dio poder como tienen poder los escorpiones de la tierra.
Se les dijo que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna cosa verde, ni ningún árbol, sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios en la frente.
No se les permitió matar a nadie, sino atormentarlos por cinco meses; y su tormento era como el tormento de un escorpión cuando pica al hombre.
En aquellos dÃas los hombres buscarán la muerte y no la hallarán; y ansiarán morir, y la muerte huirá de ellos.
Y el aspecto de las langostas era semejante al de caballos dispuestos para la batalla, y sobre sus cabezas tenÃan como coronas que parecÃan de oro, y sus caras eran como rostros humanos.
TenÃan cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de leones.
El sexto ángel tocó la trompeta, y oà una voz que salÃa de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios,
y decÃa al sexto ángel que tenÃa la trompeta: Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran rÃo Eufrates.
Y fueron desatados los cuatro ángeles que habÃan sido preparados para la hora, el dÃa, el mes y el año, para matar a la tercera parte de la humanidad.
Y asà es como vi en la visión los caballos y a los que los montaban: los jinetes tenÃan corazas color de fuego, de jacinto y de azufre; las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salÃa fuego, humo y azufre.
La tercera parte de la humanidad fue muerta por estas tres plagas: por el fuego, el humo y el azufre que salÃan de sus bocas.
Porque el poder de los caballos está en su boca y en sus colas; pues sus colas son semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas hacen daño.
Y el resto de la humanidad, los que no fueron muertos por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios y a los Ãdolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni oÃr ni andar;
y no se arrepintieron de sus homicidios ni de sus hechicerÃas ni de su inmoralidad ni de sus robos.