Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra.
Y si alguno quiere hacerles daño, de su boca sale fuego y devora a sus enemigos; asà debe morir cualquiera que quisiera hacerles daño.
Estos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva durante los dÃas en que ellos profeticen; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda suerte de plagas todas las veces que quieran.
Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará.
Y gente de todos los pueblos, tribus, lenguas y naciones, contemplarán sus cadáveres por tres dÃas y medio, y no permitirán que sus cadáveres sean sepultados.
Y los que moran en la tierra se regocijarán por ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios,
diciendo: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar.
Y las naciones se enfurecieron, y vino tu ira y llegó el tiempo de juzgar a los muertos y de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
El templo de Dios que está en el cielo fue abierto; y el arca de su pacto se veÃa en su templo, y hubo relámpagos, voces y truenos, y un terremoto y una fuerte granizada.