Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguà a la iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mÃ.
Sin embargo, haya sido yo o ellos, asà predicamos y asà creÃsteis.
Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado;
Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que El resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.
Pues si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado;
y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavÃa estáis en vuestros pecados.
Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
Y el último enemigo que será abolido es la muerte.
Porque Dios ha puesto todo en sujecion bajo sus pies. Pero cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a aquel que ha sometido a El todas las cosas.
Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible.
He aquÃ, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Devorada ha sido la muerte en victoria.
¿Donde esta, oh muerte, tu victoria? ¿Donde, oh sepulcro, tu aguijon?
El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley;
pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.