Cuando se decidió que deberÃamos embarcarnos para Italia, fueron entregados Pablo y algunos otros presos a un centurión de la compañÃa Augusta, llamado Julio.
Y embarcándonos en una nave adramitena que estaba para zarpar hacia las regiones de la costa de Asia, nos hicimos a la mar acompañados por Aristarco, un macedonio de Tesalónica.
Pero el centurión se persuadió más por lo dicho por el piloto y el capitán del barco, que por lo que Pablo decÃa.
Y como el puerto no era adecuado para invernar, la mayorÃa tomó la decisión de hacerse a la mar desde allÃ, por si les era posible arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira hacia el nordeste y el sudeste, y pasar el invierno allÃ.
Cuando comenzó a soplar un moderado viento del sur, creyendo que habÃan logrado su propósito, levaron anclas y navegaban costeando a Creta.
y al tercer dÃa, con sus propias manos arrojaron al mar los aparejos de la nave.
Como ni el sol ni las estrellas aparecieron por muchos dÃas, y una tempestad no pequeña se abatÃa sobre nosotros, desde entonces fuimos abandonando toda esperanza de salvarnos.
Echaron la sonda y hallaron que habÃa veinte brazas; pasando un poco más adelante volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas de profundidad.
Como los marineros trataban de escapar de la nave y habÃan bajado el esquife al mar, bajo pretexto de que se proponÃan echar las anclas desde la proa,
Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiera.
Y hasta que estaba a punto de amanecer, Pablo exhortaba a todos a que tomaran alimento, diciendo: Hace ya catorce dÃas que, velando continuamente, estáis en ayunas, sin tomar ningún alimento.
Una vez saciados, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.
Cuando se hizo de dÃa, no reconocÃan la tierra, pero podÃan distinguir una bahÃa que tenÃa playa, y decidieron lanzar la nave hacia ella, si les era posible.
Y cortando las anclas, las dejaron en el mar, aflojando al mismo tiempo las amarras de los timones; e izando la vela de proa al viento, se dirigieron hacia la playa.
Pero chocando contra un escollo donde se encuentran dos corrientes, encallaron la nave; la proa se clavó y quedó inmóvil, pero la popa se rompÃa por la fuerza de las olas.
Y el plan de los soldados era matar a los presos, para que ninguno de ellos escapara a nado;
pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, impidió su propósito, y ordenó que los que pudieran nadar se arrojaran primero por la borda y llegaran a tierra,
y que los demás siguieran, algunos en tablones, y otros en diferentes objetos de la nave. Y asà sucedió que todos llegaron salvos a tierra.