Paul, an apostle of Jesus Christ by the will of God, and Timothy our brother, unto the church of God which is at Corinth, with all the saints which are in all Achaia:
Asà que las iglesias eran confirmadas en la fe, y diariamente crecÃan en número.
Pasaron por la región de Frigia y Galacia, habiendo sido impedidos por el EspÃritu Santo de hablar la palabra en Asia,
y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el EspÃritu de Jesús no se lo permitió.
Y pasando por Misia, descendieron a Troas.
Por la noche se le mostró a Pablo una visión: un hombre de Macedonia estaba de pie, suplicándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.
Cuando tuvo la visión, enseguida procuramos ir a Macedonia, persuadidos de que Dios nos habÃa llamado para anunciarles el evangelio.
Asà que, zarpando de Troas, navegamos con rumbo directo a Samotracia, y al dÃa siguiente a Neápolis,
y de allà a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, una colonia romana ; en esta ciudad nos quedamos por varios dÃas.
Y en el dÃa de reposo salimos fuera de la puerta, a la orilla de un rÃo, donde pensábamos que habrÃa un lugar de oración; nos sentamos y comenzamos a hablar a las mujeres que se habÃan reunido.
Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decÃa.
Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir.
Y sucedió que mientras Ãbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha esclava que tenÃa espÃritu de adivinación, la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando.
Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo: Estos hombres son siervos del Dios AltÃsimo, quienes os proclaman el camino de salvación.
Y esto lo hacÃa por muchos dÃas; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espÃritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento.
Pero cuando sus amos vieron que se les habÃa ido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades;
el cual, habiendo recibido esa orden, los echó en el calabozo interior y les aseguró los pies en el cepo.
Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban.
De repente se produjo un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos; al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron.
Al despertar el carcelero y ver abiertas todas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se iba a matar, creyendo que los prisioneros se habÃan escapado.
Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquÃ.
Llevándolos a su hogar, les dio de comer, y se regocijó grandemente por haber creÃdo en Dios con todos los suyos.
Cuando se hizo de dÃa, los magistrados superiores enviaron a sus oficiales, diciendo: Suelta a esos hombres.
El carcelero comunicó a Pablo estas palabras, diciendo: Los magistrados superiores han dado orden de que se os suelte. Asà que, salid ahora e id en paz.
Mas Pablo les dijo: Aunque somos ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente sin hacernos juicio y nos han echado a la cárcel; ¿y ahora nos sueltan en secreto? ¡De ninguna manera! Que ellos mismos vengan a sacarnos.
Y los oficiales informaron esto a los magistrados superiores, y al saber que eran romanos, tuvieron temor.