Jesús dijo: Haced que la gente se recueste. Y habÃa mucha hierba en aquel lugar. Asà que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querÃan.
Cuando se saciaron, dijo a sus discÃpulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada.
Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habÃan comido.
La gente entonces, al ver la señal que Jesús habÃa hecho, decÃa: Verdaderamente este es el Profeta que habÃa de venir al mundo.
Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y llevárselo por la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez al monte El solo.
Al atardecer, sus discÃpulos descendieron al mar,
y subiendo en una barca, se dirigÃan al otro lado del mar, hacia Capernaúm. Ya habÃa oscurecido, y Jesús todavÃa no habÃa venido a ellos;
y el mar estaba agitado porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habÃan remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca; y se asustaron.
Pero El les dijo: Soy yo; no temáis.
Entonces ellos querÃan recibirle en la barca, e inmediatamente la barca llegó a la tierra adonde iban.
Al dÃa siguiente, la multitud que habÃa quedado al otro lado del mar se dio cuenta de que allà no habÃa más que una barca, y que Jesús no habÃa entrado en ella con sus discÃpulos, sino que sus discÃpulos se habÃan ido solos.
Por tanto, cuando la gente vio que Jesús no estaba allÃ, ni tampoco sus discÃpulos, subieron a las barcas y se fueron a Capernaúm buscando a Jesús.
Cuando le hallaron al otro lado del mar, le dijeron: RabÃ, ¿cuándo llegaste acá?