Entonces llamando a sus doce discÃpulos, Jesús les dio poder sobre los espÃritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
Un discÃpulo no está por encima del maestro, ni un siervo por encima de su señor.
Le basta al discÃpulo llegar a ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!
Asà que no les temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse.
Lo que os digo en la oscuridad, habladlo en la luz; y lo que oÃs al oÃdo, proclamadlo desde las azoteas.
Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre.
Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.