¡Ay de la ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de pillaje, que nunca cesa en su rapiña!
Chasquido de látigos, ruido del crujir de ruedas, galopar de caballos, y saltar de carros;
carga de caballerÃa, flamear de espadas, fulgor de lanzas; multitud de heridos, montones de muertos, innumerables cadáveres; tropiezan en los cadáveres.
Todo por las muchas prostituciones de la ramera, la encantadora, la maestra de hechizos, que seduce a las naciones con sus prostituciones y a los pueblos con sus hechizos.
Allà te consumirá el fuego, te destruirá la espada, te devorará como el pulgón. MultiplÃcate como el pulgón, multiplÃcate como la langosta.
Has multiplicado tus mercaderes más que las estrellas del cielo; el pulgón despoja y vuela.
Tus oficiales son como la langosta, tus jefes como nubes de langostas posados sobre las tapias en un dÃa de frÃo; sale el sol, y se van, y no se sabe donde están.
Duermen tus pastores, oh rey de Asiria; tus nobles reposan. Tu pueblo está disperso por los montes y no hay quien lo reúna.