Al comienzo del reinado de Joacim, hijo de JosÃas, rey de Judá, vino esta palabra del Señor, diciendo:
Asà dice el Señor: "Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del Señor todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas ni una palabra.
"Tal vez escuchen y cada uno se vuelva de su mal camino, y yo me arrepienta del mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus obras."
Les dirás: "Asà dice el Señor: 'Si no me escucháis, para andar en mi ley que he puesto delante de vosotros,
Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a JeremÃas decir estas palabras en la casa del Señor.
Cuando JeremÃas terminó de decir todo lo que el Señor le habÃa mandado que hablara a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: De cierto, morirás.
Y cuando los jefes de Judá oyeron estas cosas, subieron de la casa del rey a la casa del Señor, y se sentaron a la entrada de la puerta Nueva de la casa del Señor.
Ahora bien, enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y oÃd la voz del Señor vuestro Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que ha pronunciado contra vosotros.
En cuanto a mÃ, he aquà estoy en vuestras manos; haced de mà como mejor y más recto sea a vuestros ojos.
Dijeron los jefes y todo el pueblo a los sacerdotes y a los profetas: Que no haya sentencia de muerte para este hombre, porque en nombre del Señor nuestro Dios nos ha hablado.
Y se levantaron algunos de los ancianos del paÃs y hablaron a toda la asamblea del pueblo, diciendo:
Cuando el rey Joacim y todos sus valientes y todos los jefes oyeron sus palabras, el rey procuró matarlo; pero UrÃas se enteró, tuvo miedo, huyó y se fue a Egipto.