¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh hija de prÃncipe! Las curvas de tus caderas son como joyas, obra de manos de artÃfice.
Tu ombligo, como una taza redonda que nunca le falta vino mezclado; tu vientre como montón de trigo cercado de lirios.
Tus dos pechos, como dos crÃas mellizas de gacela.
Tu cuello, como torre de marfil, tus ojos, como los estanques en Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim; tu nariz, como la torre del LÃbano que mira hacia Damasco.
Tu cabeza te corona como el Carmelo, y la cabellera suelta de tu cabeza es como hilos de púrpura; el rey está preso en tus trenzas.
Las mandrágoras han exhalado su fragancia, y a nuestras puertas hay toda clase de frutas escogidas, tanto nuevas como añejas, que he guardado, amado mÃo, para ti.