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¿No clama la sabidurÃa, y levanta su voz la prudencia?
En la cima de las alturas, junto al camino, donde cruzan las sendas, se coloca;
junto a las puertas, a la salida de la ciudad, en el umbral de las puertas, da voces:
Oh hombres, a vosotros clamo, para los hijos de los hombres es mi voz.
Oh simples, aprended prudencia; y vosotros, necios, aprended sabidurÃa.
Escuchad, porque hablaré cosas excelentes, y con el abrir de mis labios rectitud.
Porque mi boca proferirá la verdad, abominación a mis labios es la impiedad.
Conforme a la justicia son todas las palabras de mi boca, no hay en ellas nada torcido ni perverso.
Todas son sinceras para el que entiende, y rectas para los que han hallado conocimiento.
Recibid mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro escogido;
porque mejor es la sabidurÃa que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella.
Yo, la sabidurÃa, habito con la prudencia, y he hallado conocimiento y discreción.
El temor del Señor es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco.
MÃo es el consejo y la prudencia, yo soy la inteligencia, el poder es mÃo.
Por mà reinan los reyes, y los gobernantes decretan justicia.
Por mà gobiernan los prÃncipes y los nobles, todos los que juzgan con justicia.
Amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me hallarán.
Conmigo están las riquezas y el honor, la fortuna duradera y la justicia.
Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
Yo ando por el camino de la justicia, por en medio de las sendas del derecho,
para otorgar heredad a los que me aman y asà llenar sus tesoros.
El Señor me poseyó al principio de su camino, antes de sus obras de tiempos pasados.
Desde la eternidad fui establecida, desde el principio, desde los orÃgenes de la tierra.
Cuando no habÃa abismos fui engendrada, cuando no habÃa manantiales abundantes en aguas.
Antes que los montes fueran asentados, antes que las colinas, fui engendrada,
cuando El no habÃa hecho aún la tierra y los campos, ni el polvo primero del mundo.
Cuando estableció los cielos, allà estaba yo; cuando trazó un cÃrculo sobre la faz del abismo,
cuando arriba afirmó los cielos, cuando las fuentes del abismo se afianzaron,
cuando al mar puso sus lÃmites para que las aguas no transgredieran su mandato, cuando señaló los cimientos de la tierra,
yo estaba entonces junto a El, como arquitecto; y era su delicia de dÃa en dÃa, regocijándome en todo tiempo en su presencia,
regocijándome en el mundo, en su tierra, y teniendo mis delicias con los hijos de los hombres.
Ahora pues, hijos, escuchadme, porque bienaventurados son los que guardan mis caminos.
Escuchad la instrucción y sed sabios, y no la menospreciéis.
Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas dÃa a dÃa, aguardando en los postes de mi entrada.
Porque el que me halla, halla la vida, y alcanza el favor del Señor.
Pero el que peca contra mÃ, a sà mismo se daña; todos los que me odian, aman la muerte.
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