Junto a los rÃos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sion.
Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.
Pues allà los que nos habÃan llevado cautivos nos pedÃan canciones, y los que nos atormentaban nos pedÃan alegrÃa, diciendo: Cantadnos alguno de los cánticos de Sion.
¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extraña?