Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de dÃa y de noche.
Pero se decÃa en Judá: Desfallecen las fuerzas de los cargadores, y queda mucho escombro; nosotros no podemos reedificar la muralla.
Y nuestros enemigos decÃan: No sabrán ni verán hasta que entremos en medio de ellos y los matemos y hagamos cesar la obra.
Y sucedió que cuando los judÃos que habitaban cerca de ellos vinieron y nos dijeron diez veces: Subirán contra nosotros de todo lugar adonde os volváis,
Sucedió que nuestros enemigos se enteraron que lo sabÃamos y que Dios habÃa desbaratado sus planes; entonces todos nosotros volvimos a la muralla, cada uno a su trabajo.
Y sucedió que desde aquel dÃa la mitad de mis hombres trabajaban en la obra mientras que la otra mitad portaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas; y los capitanes estaban detrás de toda la casa de Judá.
Los que reedificaban la muralla y los que llevaban cargas llevaban la carga en una mano trabajando en la obra, y en la otra empuñaban un arma.
Cada uno de los que reedificaban tenÃa ceñida al lado su espada mientras edificaba. El que tocaba la trompeta estaba junto a mÃ.
Y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y estamos separados en la muralla, lejos el uno del otro.
En el lugar que oigáis el sonido de la trompeta, reunÃos allà con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.
HacÃamos el trabajo con la mitad empuñando lanzas desde el despuntar del alba hasta que salÃan las estrellas.
Ni yo, ni mis hermanos, ni mis sirvientes, ni los hombres de la guardia que me seguÃan, ninguno de nosotros se quitó la ropa; cada uno llevaba su arma en la mano.