Entonces dijo al rey: Era verdad lo que habÃa oÃdo en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabidurÃa.
Pero yo no creÃa lo que me decÃan, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquÃ, no se me habÃa contado ni la mitad de la grandeza de tu sabidurÃa. Tú superas todo lo que habÃa oÃdo.
Bienaventurados tus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabidurÃa.
Entonces ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca hubo especias aromáticas como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
El rey hizo además un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
Y habÃa seis gradas hasta el trono y un estrado de oro unido al trono, con brazos a cada lado del asiento, y dos leones de pie junto a los brazos.
Y doce leones estaban allà de pie en las seis gradas a uno y otro lado; nada semejante se hizo para ningún otro reino.
Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y todas las vasijas de la casa del bosque del LÃbano eran de oro puro. A la plata no se le atribuÃa valor en los dÃas de Salomón,
porque el rey tenÃa naves que iban a Tarsis con los siervos de Hiram, y cada tres años las naves de Tarsis venÃan trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
Asà el rey Salomón llegó a ser más grande que todos los reyes de la tierra en riqueza y sabidurÃa.
Y todos los reyes de la tierra procuraban ver a Salomón, para oÃr la sabidurÃa que Dios habÃa puesto en su corazón.
Cada uno de ellos traÃa su presente: objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, especias, caballos y mulos; y asà año tras año.
Y traÃan para Salomón caballos de Egipto y de todos los paÃses.
Los demás hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en las palabras del profeta Natán y en la profecÃa de AhÃas silonita, en las visiones del vidente Iddo acerca de Jeroboam, hijo de Nabat?