Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón.
Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón habÃa caÃdo boca abajo delante del arca del Señor! Asà que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar.
Pero temprano al dÃa siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón habÃa caÃdo boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habÃan quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto.
Por eso, hasta el dÃa de hoy, ni los sacerdotes de Dagón ni nadie más que entra al templo de Dagón, en Asdod, pisan el umbral.
Entonces la mano dura del Señor hirió a la gente de Asdod y de las aldeas cercanas con una plaga de tumores.
Cuando el pueblo se dio cuenta de lo que sucedÃa, exclamó: «¡No podemos quedarnos con el arca del Dios de Israel ni un minuto más! ¡Él está en contra de nosotros! Todos seremos destruidos junto con Dagón, nuestro dios».
Pero cuando el arca llegó a Gat, la mano dura del Señor cayó sobre sus hombres, jóvenes y mayores; los hirió con una plaga de tumores, y hubo gran pánico.
Entonces el pueblo volvió a llamar a los gobernantes filisteos y les suplicó: «¡Por favor, regresen el arca del Dios de Israel a su propio paÃs, o nos matará a todos!». Pues ya habÃa comenzado la plaga mortal enviada por Dios, y un gran temor se apoderaba del pueblo.
Los que no morÃan, sufrÃan de tumores; y el clamor del pueblo ascendió al cielo.